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viernes, 24 de abril de 2009

RELACIONES ENTRE PERSONAS.





Definitivamente si queremos tener éxito en la vida debemos saber cultivar las relaciones personales, para ello es primordial saber comunicarnos.

La comunicación es el proceso humano más importante después de alimentarnos. La mala comunicación ha sido causa de divorcios, peleas entre familiares, amigos y hasta guerras.

Pero nos solo debemos comunicarnos bien, también debemos hacerlo con empatía.
Lo más importante de la comunicación es saber escuchar, escuchar con los oídos, con el corazón y con el cerebro, abrirnos a entender lo que quieren decirnos.

Debemos colocarnos de manera sincera en el lugar del otro. Esto se logra con entrenamiento ya que el egoísmo humano está arraigado en nosotros. Los seres humanos tenemos la tendencia de escuchar con ganas de hablar de nosotros mismos, de nuestra historia y según nuestros paradigmas.

También debemos escuchar todos los puntos de vista sin apegarnos a ninguno. Es así como entendemos bien lo que nos quieren decir, así mantendremos nuestra mente libre y podremos ver oportunidades y nuevos caminos para el entendimiento.

Después de comprender, debemos tratar de ser comprendidos; para ello debemos seguir la ruta mental de nuestro oyente, toda persona sigue un patrón para entender o querer escuchar una idea.

Cabe destacar que las relaciones personales se alimentan a largo plazo, la consideración, el respeto y la confianza se logran con el tiempo. Stephen Covey lo denomina cuenta bancaria emocional, donde hacemos constantemente depósitos, y si ganamos su confianza, en algunos casos esta cuenta es tan fuerte que podemos darnos el lujo de enfrentar algunas dificultades en la relación sin que ello traiga consecuencias graves a la hora una nueva idea o de retener su confianza.

Este hábito de ver las cosas buenas de los demás, sus fortalezas, edificarlos como humanos, nos dará inclusive la confianza de hacerles ver sus oportunidades y convertirnos en un coach en su vida.

Si pensamos que una persona es inteligente, dinámica, amorosa, con buenos sentimientos, excelente, pues digámoslo, expresemos lo que sentimos, demos lo mejor a esta persona y siempre lo tendremos dispuesto a escucharnos.

Este prestigio que nos da en convertirnos en su amigo, en una persona de confianza, nos permitirá tener su atención a la hora de plantear algo.


Todo esto construye una relación personal que puede durar mucho tiempo y que hará que la relación fluya sin contratiempos. Somos más propensos a escuchar a aquellas personas que nos inspiran confianza, o que tienen prestigio para nosotros.Autor: Jonny Martínez

De vez en cuando nos preguntamos el porqué el ser humano tiene tantas dificultades para decir lo que realmente piensa y siente. Lo vemos frecuentemente en el trabajo, en nuestro círculo de amigos y, especialmente, en la relación de pareja.

Nos preocupan muchas cosas y no sabemos, no podemos o simplemente no queremos decirlas, no tenemos la capacidad de contarlas en el lugar y a quien corresponde. Filtramos indebidamente la información, nos tragamos aquello que nos inquieta y tratamos de llevar las cosas como si nada, aparentando un equilibrio que no es tal. Por si fuera poco, todas esas frustraciones se juntan, como lava volcánica, en alguna parte de nuestra humanidad y termina por explosionar en el momento que no corresponde y, muchas veces, frente a quien no tiene nada que ver.

Que si la mujer se preocupa porque el marido no llegó a tiempo o no llamó a casa, que la hija no avisó que llegaba tarde o que alguien no fue capaz de contar un problema en el trabajo pensando que no iba a pasar a mayores .

Los hijos no hablan con sus padres, por temor a perder lo que tienen o a ganarse lo que no quieren (cuestiones íntimas que afectan y marcan negativamente) y los padres no conversan con sus hijos, porque piensan que no van a entender.

Así nos damos vuelta en un círculo vicioso, acumulando rabia, miedos, inseguridad; sin asumir que nosotros mismos somos los llamados a cambiar en algo las cosas, si sabemos que algo no funcionaba antes, no hagamos las cosas como antes intentemos cambiarlas escuchando y empatizando con los demás

Una amiga me confiaba que el día de su boda, antes de partir a la iglesia y mientras se dejaba remojar por el agua de la ducha, apareció, como un rayo, la incertidumbre de que si lo que iba a hacer era lo que en verdad deseaba y con esa duda dio el sí, frente al cura, al novio y al resto de los invitados. No fue capaz de exteriorizar ese "no", como si hubiese esperado que otro lo hiciera por ella. Dijo que "si", pero sentía ese "no" profundamente. Una década más tarde se dio cuenta que no podía más y pidió la separación. Tenía a su haber un grado de frustración mayor y tres hijos.