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domingo, 29 de marzo de 2009

PODER Y RESPETO.



En muchos momentos de mi vida y de mi profesión me han ocurrido cosas que han hecho que me plantee el tema de juzgar a las personas, de interpretar sus actos, y estos sucesos me han enseñado a que no conviene juzgar ni interpretar a las personas a la ligera y que a veces es interesante ponerse en el lugar del otro.


Las personas deberíamos guiarnos por algunas máximas, como:

- Haz a tu prójimo como a ti mismo.

- No quieras para los demás lo que no quieras para ti.

- Mi libertad comienza en el respeto a la libertad de los demás.


Algunas/os creen que las personas son distintas, inferiores o superiores, de acuerdo al estrato social en que se encuentran dentro del sistema que hemos adoptado para ello.


Sin embargo, si todos somos seres humanos, todos tenemos algo en común. Somos iguales y tenemos dignidad y debemos ser respetados. Tenemos derechos que no nos pueden ser arrebatados porque nos pertenecen como personas: derecho a expresarnos y asociarnos, porque somos libres. Aunque nos limiten físicamente, nuestra inteligencia no nos la pueden quitar, siempre tendremos nuestro pensamiento.


Cuando no respetamos a alguien le estamos despreciando, es decir, estamos estableciendo una comparación entre esa persona y las cualidades que creemos que debe tener cualquier ser humano.


Esto supone exponer nuestras preferencias personales o lo que es lo mismo, ser subjetivos, y por lo tanto no debemos imponer nuestro punto de vista a los demás porque los argumentos que estamos dando no tienen una base objetiva con la cual convencerles de que tenemos razón.



Debemos asegurar que se respeten los derechos de todos; si todos somos tratados igual, nos sentiremos felices porque habrá justicia. Y si la justicia lleva a la paz, entonces seremos plenamente personas.



Respetar a alguien es tratarlo de acuerdo a su dignidad. Esta dignidad propia requiere de los demás un comportamiento adecuado, de modo que las faltas de respeto voluntarias son una injusticia, por incumplimiento de ese deber. En cambio, donde hay respeto reina un ambiente cordial y amable, propio de la caridad.


La difamación y las burlas rebajan la dignidad de las personas, y este trato injusto es una falta de respeto.



Deberíamos intentar ser respetuosos, honestos, responsables, solidarios, prudentes y tolerantes, aceptando estos valores porque:

El respeto es necesario para mantener la armonía en la convivencia.

La responsabilidad, porque estamos obligados a responder por nuestros actos y decisiones.

La solidaridad, respetando a cada semejante su derecho a lo que le corresponde, procurando la justicia, y, al mismo tiempo, defendiendo que todos tenemos ese mismo derecho, en aras de la equidad.

La prudencia, porque todos debemos ejercitar la sensatez y el buen juicio para discernir entre lo bueno y lo malo, lo útil y lo inútil, lo justo y lo injusto.

La tolerancia, porque el discernimiento entre opciones, a veces opuestas, es un acto individual y por lo tanto no siempre coincidente en diferentes personas. Reconociendo que la verdad absoluta no es potestad de alguno.


Solo pedirles que sean un poco más humildes, más generosas/os y que no desprecien a nadie, porque la vida da muchas vueltas, y quien dice que no se giren las cosas algún día.


Hasta pronto. Nieves.