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domingo, 20 de julio de 2008

UN BUEN EJEMPLO A SEGUIR.



UN FAVOR INCONDICIONAL

Casi no la había visto. Era una señora anciana con el auto varado en el camino. El día estaba frió, lluvioso y gris. Alberto se pudo dar cuenta que la anciana necesitaba ayuda.

Estacionó su auto Pontiac delante del Mercedes de la anciana, aún estaba tosiendo cuando se le acercó. Aunque con una sonrisa nerviosa en el rostro, se dio cuenta que la anciana estaba preocupada. Nadie se había detenido desde hacía mas de una hora, cuando se detuvo en aquella transitada carretera.

Realmente, para la anciana, ese hombre que se aproximaba no tenía muy buen aspecto, podría tratarse de un delincuente. Más no había nada por hacer, estaba a su merced. Se veía pobre y hambriento.

Alberto pudo percibir como se sentía. Su rostro reflejaba cierto temor. Así que se adelantó a tomar la iniciativa en el diálogo:

- "Aquí vengo para ayudarla señora. Entre a su vehículo que estará protegida del clima. Mi nombre es Alberto"-.

Gracias a Dios solo se trataba de un neumático bajo, pero para la anciana se trataba de una situación difícil. Alberto se metió bajo el carro buscando un lugar donde poner el "gato" y en la maniobra se lastimó varias veces los nudillos.

Estaba apretando las últimas tuercas, cuando la señora bajó la ventana y comenzó a platicar con él. Le contó de donde venía; que tan sólo estaba de paso por allí, y que no sabía como agradecerle. Alberto sonreía mientras cerraba el baúl del coche guardando las herramientas.

Le preguntó cuanto le debía, pues cualquier suma sería correcta dadas las circunstancias, pues pensaba las cosas terribles que le hubiese pasado de no haber contado con la gentileza de Alberto.

Él no había pensado en dinero, esto no se trataba de ningún trabajo para él. Ayudar a alguien en necesidad era la mejor forma de pagar por las veces que a él, a su vez, lo habían ayudado cuando se encontraba en situaciones similares.

Alberto estaba acostumbrado a vivir así. Le dijo a la anciana que si quería pagarle, la mejor forma de hacerlo sería que la próxima vez que viera a alguien en necesidad, y estuviera a su alcance el poder asistirla, lo hiciera de manera desinteresada, y que entonces... - "tan solo piense en mi"-, agregó despidiéndose.

Alberto esperó hasta que al auto se fuera. Había sido un día frío, gris y depresivo, pero se sintió bien en terminarlo de esa forma, estas eran las cosas que más satisfacción le traían. Entró en su coche y se fue.

Unos kilómetros mas adelante la señora divisó una pequeña cafetería. Pensó que sería muy bueno quitarse el frío con una taza de café caliente antes de continuar el último tramo de su viaje.

Se trataba de un pequeño lugar un poco desvencijado. Por fuera había dos bombas viejas de gasolina que no se habían usado por años. Al entrar se fijó en la escena del interior.

La caja registradora se parecía a aquellas de cuerda que había usado en su juventud. Una cortés camarera se le acercó y le extendió una toalla de papel para que se secara el cabello, mojado por la lluvia. Tenía un rostro agradable con una hermosa sonrisa. Aquel tipo de sonrisa que no se borra aunque estuviera muchas horas de pie.

La anciana notó que la camarera estaría de ocho meses de dulce espera. Y sin embargo esto no le hacia cambiar su simpática actitud. Pensó en cómo, gente que tiene tan poco, pueda ser tan generosa con los extraños.

Entonces se acordó de Alberto...

Luego de terminar su café caliente y su comida, le alcanzó a la camarera el precio de la cuenta con un billete de cien dólares. Cuando la muchacha regresó con el cambio constató que la señora se había ido.

Pretendió alcanzarla. Al correr hacia la puerta vio en la mesa algo escrito en una servilleta de papel al lado de 4 billetes de $100.

Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando leyó la nota:

- "No me debes nada, yo estuve una vez donde tú estás. Alguien me ayudo como hoy te estoy ayudando a ti. Si quieres pagarme, esto es lo que puedes hacer: No dejes de asistir y ser bendición a otros como hoy lo hago contigo.

Continua dando de tu amor y no permitas que esta cadena de bendiciones se rompa.

Aunque había mesas que limpiar y azucareras que llenar, aquél día se le fue volando.

Esa noche, ya en su casa, mientras la camarera entraba sigilosamente en su cama, para no despertar a su agotado esposo que debía levantarse muy temprano, pensó en lo que la anciana había hecho con ella. ¿Cómo sabría ella las necesidades que tenían con su esposo, los problemas económicos que estaban pasando, máxime ahora con la llegada del bebé. Era consciente de cuan preocupado estaba su esposo por todo esto.

Acercándose suavemente hacia él, para no despertarlo, mientras lo besaba tiernamente, le susurró al oído:



"Todo va a estar bien, te amo... Alberto"

Saludos a tod@s.

Esta entrada es una continuación de la anterior. y por tanto sobran mis palabras.

Por todo ello, desde este mi pequeño mundo os pido una vez más REFLEXIÓN, AMOR AL PRÓJIMO, AYUDA SOLIDARIA, y que nunca nos olvidemos QUE DEPENDE DE UN@ MISM@ SER MEJOR O PEOR PERSONA. DECIDIRLO ESTA EN CADA UN@ DE NOSOTR@S.

Una petición más para aquellos que tenéis jóvenes a vuestro cargo, ENSEÑADLES ESTOS CUENTOS. No nos olvidemos que los jóvenes de hoy serán el futuro de España.

Hasta pronto y sed buenos.

LA VIDA: DEPENDE DE UN@ SER MEJOR O PEOR.



LA VIDA.

Un día la Vida tomó la figura de un joven apuesto y se puso a caminar por el mundo.

A la orilla de un bosque vio una cabaña, entró y encontró allí a un hombre pobre enfermo de elefantiasis: todos sus miembros estaban hinchados y tan deformes que se movía con mucha dificultad.
Oh! ¿Que venturosos vientos te trajeron a mí? ¿Quién eres tú? dijo el enfermo.
Soy la Vida, respondió el caminante . Algunos me reconocen cuando llego, pero no, cuando vuelvo. Yo voy y vengo; volveré por estos lugares dentro de siete años.
Pero, ¿por qué gimes tanto?
Tengo una enfermedad horrible; ha destruido mi aspecto humano y me ha quitado la alegría de vivir. Ya no puedo más.
Si quieres, dijo la Vida te curo. Pero tú me olvidarás.
¡No! .Le aseguró el enfermo .,Guardaré eternamente en mi memoria a quien me cure y le estaré agradecido para siempre.
La Vida esparció un polvo misterioso sobre el enfermo, y éste quedó curado como por encanto.

La Vida siguió su camino.
Enseguida llegó a la cabaña de un leproso.
Oh! ¡Bendito tú que vienes a mí! exclamó el leproso al ver al hermoso joven ¿Puedo saber tu nombre?
Yo soy la Vida dijo el recién llegado. Algunos me reconocen cuando llego, pero no, cuando regreso. Voy y vengo. Volveré por estos rumbos dentro de siete años. Puedo curarte, pero te acordarás de mí?
No te olvidaré mientras viva dijo el leproso.
La Vida lo curó y siguió su camino.

Al llegar a una aldea, se encontró con un ciego que buscaba el camino con un bastón. Cuando oyó pasos, se detuvo y preguntó.
Quién va? ¡Cuidado con este pobre ciego!
Yo soy la Vida. Algunos me reconocen cuando llego, pero no, cuando vuelvo.
Curó también al ciego y desapareció.

Pasaron los años, y a su tiempo, como lo había prometido, volvió, pero esta vez oculto bajo la figura de un ciego. Era ya tarde cuando llegó a la cabaña del ciego que había curado. Tocó a la puerta. No estaba, pero le abrió su esposa. Tenga piedad de este pobre ciego dijo la Vida. Conozco a su esposo; me puede dar un poco de agua mientras lo espero? Me basta con un poco.
Mi esposo es un verdadero tonto refunfuñó la mujer . Trae a casa a cuanto pobre se encuentra.
Puso un poco de agua sucia en una vieja jícara y se la ofreció de mal modo al falso ciego. Por fin llegó el Señor de la casa, y la Vida se dirigió a él. Estoy de paso dijo . ¿Puedes darme alojamiento hasta mañana?
El hombre murmuró algo, después extendió una estera en una esquina de cabaña y dio al ciego un puñado de cacahuetes.
Cuando despuntó el alba, la Vida llamó a su anfitrión y le dijo: No te dije que algunos conocen a la Vida cuando viene pero no cuando regresa. Tú no me has reconocido, porque la ceguera se ha quedado en tu corazón, y volverá también a tus ojos.
Dijo esto y salió dejando tras de sí una polvareda. El hombre volvió a ser ciego, como siete años antes.

Cuando la Vida llegó a la cabaña del antiguo leproso, se cubrió de una lepra tan horrible que la seguían enjambres de moscas. Tocó a la puerta, pero aquel hombre, viendo al leproso, no lo dejó entrar y rehusó darle de comer porque estaba demasiado sucio.
Te lo había dicho le recordó el caminante . Algunos conocen a la Vida cuando viene, pero no, cuando regresa.
Y se marchó dejando tras de sí un reguero del misterioso polvo. El hombre ingrato se cubrió de nuevo de tanta lepra que la carne se le caía del cuerpo.

Cuando llegó a la cabaña del antiguo enfermo de elefantiasis, la Vida se hinchó los miembros de tal modo que a duras penas podía caminar. Se asomó a la puerta y dijo: Buen hombre, un poco de agua fresca por caridad!
Adelante! ¡Adelante! ¡Entra! dijo el hombre, apresurándose a ayudar al fingido enfermo -¡Oh! ¡Qué desgracia! ¡Tan joven y tan enfermo!
Yo también, hace tiempo, tuve esa fea enfermedad, pero pasó por aquí un buen hombre y me curó.
Y mientras hablaba puso a cocer un plato de arroz, dio al enfermo nueces y una jícara llena de leche fresca, después preparó un asado de carnero y se ocupó de cuidar al enfermo.
En la mañana, la Vida se presentó como el joven hermoso que era y dijo:
Tú has reconocido a la vida también a su regreso. No olvidas los beneficios recibidos y sabes socorrer a quien sufre lo mismo que tú has sufrido.
Por eso permanecerás sano y gozarás de prosperidad.
El hombre quiso hacer un regalo a la Vida, unas vacas. Pero el joven se lo agradeció diciendo:

No tengo necesidad de riquezas.
Quiero que recuerdes una cosa importante:
La Vida puede cambiar y traer hoy bienes y mañana males, pero con frecuencia depende de ustedes hacerla mejor o peor.



Saludos a tod@s.

Como ya viene siendo habitual en mi blog, suelo utilizar historias para hablar de las relaciones personales en sentido metafórico. En mi opinión con un buen ejemplo aprendemos más que con dimes y diretes.

Y buena verdad es que cuando ya hemos alcanzado nuestras metas, a menudo, nos olvidamos de aquell@s que nos ayudaron a conseguirlo con sus palabras, sus consuelos y su ayuda. Pero lo más triste de todo es que, sobre todo, nos olvidamos de que hay más seres humanos en esa misma situación, que necesitan nuestra ayuda, nuestro apoyo e incluso nuestras palabras de consuelo, las tenemos delante, PERO NO LAS VEMOS. Nos olvidamos, con demasiada facilidad, que hubo un día en que necesitamos ayuda y algun@s nos la dieron. No queramos para los dem@s lo que no quisimos para nosotr@s mism@s.

Mi amiga Ruth suele enviarme frases de personajes, y hoy me ha enviado ésta que me parece acertada a lo que vengo escribiendo, gracias Ruth:

"Saber es relativamente fácil. Querer y obrar de acuerdo a lo que uno quisiera, es siempre más duro."

Por todo ello, desde este mi pequeño mundo os pido REFLEXIÓN, AMOR AL PRÓJIMO, AYUDA SOLIDARIA, y que nunca nos olvidemos QUE DEPENDE DE UN@ MISM@ SER MEJOR O PEOR PERSONA. DECIDIRLO ESTA EN CADA UN@ DE NOSOTR@S.

Hasta pronto.